miércoles, 12 de octubre de 2011

Cuervos

Hoy voy a contaros una historia fascinante que recoge Javier Sampedro en su libro ¿Con qué sueñan LAS MOSCAS? (Ciencia sin traumas en 62 píldoras). El libro es una recopilación de los artículos que escribió para El País entre 2002 y 2003; el que recojo es

EL CUERVO ERA ÉL

El zoólogo Alex Kacelnik, de la Universidad de Oxford, capturó en marzo de 2000 una hembra joven de Corvus moneduloides, una especie de cuervo típica de Nueva Caledonia. Las hembras de esta especie aborrecen la soledad —aunque no está muy claro por qué, como verán luego—, así que Kacelnik le compró un macho en un zoo de la isla y se llevó la parejita a Oxford. Un año después, Kacelnik sometió a sus cuervos a la siguiente prueba. Les puso un trozo de carne en un pequeño recipiente, similar a un cubo de fregar en miniatura, con su asa y todo. Y lo metió en el fondo de un tubo alargado, de modo que los pájaros no pudieran alcanzarlo con el pico. También puso por la zona dos alambres: uno recto y otro en forma de gancho. La hembra cogió rápidamente con el pico el alambre en forma de gancho y lo usó para pescar el recipiente de la carne enganchándolo por el asa. Perfecto.

No había sido una casualidad, porque la hembra repitió la operación cuatro veces, cada vez que el zoólogo le ponía un nuevo recipiente con carne en el fondo del tubo. Pero a la quinta vez, el macho, que hasta entonces no había hecho nada útil, agarró el alambre en forma de gancho y se lo llevó a otra parte, no me pregunten para qué. Y Kacelnik observó atónito lo que hizo entonces la hembra: se acercó al otro alambre, el de forma recta, pisó uno de sus extremos con la pata y usó su pico para doblar el otro extremo hasta conseguir u nuevo gancho. Luego lo utilizó para sacar el recipiente de la comida como siempre.
Apreciarán mejor la enorme sorpresa que supone observar ese comportamiento en un cuervo después de leer esta consideración de los autores del experimento: «La modificación intencionada de un objeto para convertirlo en una herramienta, sin un entrenamiento previo exhaustivo, es casi desconocida en los animales. En los experimentos realizados por Povinelli, los chimpancés se mostraron incapaces de enderezar un tubo doblado de modo que les sirviera para sacar una manzana de un agujero, a menos que hubiera recibido un entrenamiento explícito». Quizá Povinelli haría bien en contratar a los cuervos de Kacelnik para que entrenaran a sus chimpancés. Pero sigamos.

Kacelnik y sus estudiantes decidieron entonces organizar una serie de observaciones más sistemáticas con la misma pareja de cuervos. El montaje era idéntico, pero esta vez sólo les facilitaron un alambre recto. El resultado fue que, de 17 ensayos, los cuervos lograron sacar la carne en 10 ocasiones. Pero ahora fíjense en los detalles. Nueve de los 10 éxitos se debieron a que la hembra logró doblar el alambre para convertirlo en un gancho. Y el décimo lo consiguió el macho más bien de chiripa, por el expeditivo prospecto de meter el alambre tal y como estaba, sin doblarlo ni gaitas. Así lo describen los autores: « El macho raramente intentó hacer la tarea, y nunca llegó a doblar el alambre. Se limitaba a observar a la hembra, y le robó la comida en tres de los ensayos». Ahora sí: ése es el comportamiento que uno esperaría de un cuervo, precisamente. El cuervo era él.

¿Son los animales más listos de lo que solemos pensar? Hace años, los entomólogos estuvieron fascinados por las desconcertantes habilidades de una avispa del género Sphex. Cuando la avispa salía para cazar, dejaba su nido protegido con una tapadera. Luego se alejaba, mataba a una presa y la arrastraba de vuelta hasta el nido. Pero el nido estaba cubierto por la tapa, así que Sphex soltaba la presa, quitaba la tapa, metía la presa en el nido y volvía a poner la tapa. La exhibición parecía lo bastante inteligente como para asombrar a los estudiosos del comportamiento animal. Hasta que uno de estos estudiosos hizo lo siguiente. Esperó a que Sphex tapara su nido y saliera a cazar. Pero, cuando la avispa volvía con su presa, el investigador decidió echarle una mano y le apartó la tapa del nido para ahorrarle ese paso del procedimiento. ¿Qué hizo la avispa? Pues soltó la presa y la dejó a unos centímetros del nido, se acercó al nido y le volvió a colocar la tapa, luego deshizo su camino hasta la presa, la cogió, la arrastró hasta el nido, volvió a soltarla, quitó la tapa, cogió la presa, la metió en el nido y volvió a poner la tapa. ¿Inteligencia? ¡Jamás se ha visto un animal tan estúpido, y miren que hay animales estúpidos por ahí sueltos! Bueno, me figuro que la presa sería más tonta aún. Seguro que era un macho.

No hay una «inteligencia animal», sino muchas, y en cada especie sólo ha evolucionado la justita. Ya ven qué poca le hace falta al cuervo macho para conseguir su ración diaria. 

Fascinante ¿verdad? Cuánto nos parecemos y cuánto nos parecemos porque ¿no les recuerda el cuervo macho a esos mozos sudamericanos que les hacen hijos a sus parejas mientras beben, viven y vaguean a costa de ellas?



Ejemplar juvenil de Cuervo de Nueva Caledonia o Corvus moneduloides

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